LA ARMADURA DEL CRISTIANO: EL ESCUDO Y EL CASCO (5)
Tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación. (Efesios 6:16-17).
La armadura del cristiano: el escudo y el casco (5)
El escudo romano, hecho de madera, metal y cuero, permitía evitar las flechas enemigas, a menudo embadurnadas de resina ardiente. En su vida espiritual, el creyente puede ser asaltado por tentaciones, pensamientos impuros, sentimientos de odio, rencor, envidia, y otros proyectiles encendidos que pueden llevarlo a la desobediencia a Dios. Por lo tanto, es preciso detener eso inmediatamente con el escudo de la fe: una fe firme en las promesas de Dios, en su poder, su soberanía y su amor. Una fe viva, alimentada por la Palabra de Dios, apagará las flechas incandescentes del adversario.
Para protegerse la cabeza, el soldado romano llevaba un casco. La cabeza es la sede de la voluntad y gobierna todo el ser. En el creyente, Satanás trata de neutralizar ese centro de control insinuando la duda con respecto a su salvación. El creyente debe tener la seguridad de que su salvación fue adquirida definitivamente por la fe en Cristo, a través de su sangre vertida en la cruz, y esto por toda la eternidad. Entonces, seguro de que nadie lo separará del amor de Cristo, permanecerá firme ante los intentos de desestabilización del enemigo.
El casco constituye el último componente puramente defensivo de la armadura. Vestirse con todas las piezas de esta armadura, a fin de que el enemigo no ataque por sorpresa en el punto débil, es la condición indispensable para salir victoriosos en el combate espiritual.